No dejes que mi apellido te confunda, Santiago. Es resultado de una de esas extrañas carambolas de la vida que ni siquiera yo sé cómo se produjo. Mi apellido, Schwarz (negro en alemán, aunque originalmente Szwarc, que significa lo mismo pero en polaco pasado por yiddish) proviene de Joseph Szwarc Reigenstein, un judío polaco que inmigró a México y que me adoptó cuando nací. Mi otro apellido, Huerta, proviene de las montañas de Llanes, en Asturias, concretamente de Palaciu de Ardisana, donde nació mi abuelo materno, Fernando Huerta Turanzas.
Me meto en todo esto porque sé que a ustedes, herederos directos de Julius Streicher, la genealogía les chifla pues piensan que es la forma de definir a los seres humanos. Sigo. Mi abuela materna, por su parte, Sofía Trejo Pineda, era una mexicana con profundas raíces indígenas, tanto así que mi análisis genético establece que más de un 14% de mi legado biológico encuentra sus raíces en el sureste mexicano y América Central.
¿Que quién fue mi padre? Pues nunca lo averigüé, pero da igual porque, de nuevo según informan las compañías de análisis de ADN, soy también asturiano, portugués, bretón, francés, sardo y, para tu disfrute, Santi, 2,5% marroquí. De lo que no tengo orígenes es de judío ashkenazi, como era de esperarse considerando que, quien me dio el apellido, no participó para nada en mi concepción.
Así que aquí estamos: español pero indio. O indio pero español. Lo que se viene llamando desde que nacieron los hijos de Gonzalo Guerrero (la historia es apasionante): mestizo. Nacido en la Ciudad de México y por tanto mexicano por nacimiento certificado y comprobable.
Quien te dice que vengas a por mí (tú, no mandes gozquecillos a sueldo) es, pues, un mestizo mexicano que en 1999 hizo las maletas y se vino a España con la intención de quedarse. Y se ha quedado. Desde 2022 tengo la nacionalidad española. 26 años llevo pues aquí. Y de ellos los 26 contra nazis, fascistas, reaccionarios, conservadores, simuladores, nacionalistas, fanáticos religiosos y otros ultras. Lo que por supuesto los incluye a ti, Santiago, y a tu organización de odio.
Bueno, hablaba mal de ustedes desde antes. Llevo más de 50 años en el periodismo y en la lucha política y siempre me he opuesto a todo lo que representas, a la mentira, al odio, al engaño, a la vagancia, al racismo, al sexismo, a la antidemocracia.
Ah, olvidaba comentar que soy militante del PSOE. Lo tengo todo, pues, para ser el blanco del odio de tu comando de rencores gratuitos: inmigrante, indígena, marroquí, sociata… un manjar para tu grey.
Considerando todo eso, te invito a que vengas a por mí, junto con la holandesa De Meer, esa hija de represor franquista, con el camerunés Ndongo, con la cubana Monasterio, con el belga ecuatoguineano Garriga, sin olvidar al argentino Ortega Smith y a los que se te tercie traer porque ustedes siempre, siempre han funcionado mejor en manada. Y tú siempre necesitaste escudos humanos.
Soy uno de los ocho millones de no nacidos en España que viven, trabajan (y pagan impuestos, pero eso por descontado), aman y juegan en este país de todos cuya identidad tu partidillo siente que ha adquirido en exclusiva. Soy un inmigrante y feliz de serlo tanto como de ser español. Rodeado, claro, de inmigrantes y de españoles, sin que ninguno me sobre. Soy un ciudadano satisfecho de saber que toda la humanidad es producto de migraciones incesantes, y que toda cultura ha bebido de todas las culturas con las que ha tenido contacto… y que toda identidad es una ficción a la que sólo se acude para odiar a otros, para separar entre ellos y nosotros de manera totalmente artificial.
Te voy a contar dónde aprendí eso: con mi abuelo Fernando… un español que emigró a México hace muchos, muchos años, que hizo familia, que trabajó mucho y muy duro, que salió adelante y por suerte nunca tuvo enfrente a nadie como tú pidiendo que se echara de México a los españoles… y a los italianos, y a los franceses, y a los guatemaltecos, y a los cubanos, y a los suizos, y a los siriolibaneses, y a los chinos, y a los judíos y a los estadounidenses… y a todos los demás, los muchísimos demás, que encontraron en México su casa y su segunda patria.
Esos inmigrantes que hicieron mucho más por México, por cierto que los camisas doradas fascistas que, poco después de la muerte de mi abuelo en México, paseaban por las calles con sus consignas racistas y fascistas y poco más… porque ustedes poco más tienen que sus consignas, lo sabes. Y desaparecerán como desaparecieron sin dejar rastro los demás… excepto alguno que colgado cabeza abajo dejó una imagen para la historia.
Así, ahora vienen a por todos los que no son “como ustedes” creen que son: descendientes de elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos, turdetanos, visigodos, vikingos, celtas, griegos, cartagineses, romanos, norafricanos y suhsaharianos, indostanos y chinos… y muchos otros.
Vengan a por mí. Y a por los ocho millones. Ingenieros, periodistas, manteros, vendedores ambulantes de ropa, futbolistas, trabajadores del campo, comerciantes, obreros, empresarios, escritores, camareros, profesores, alumnos, médicos, albañiles y muchísimos otros hasta sumar esos ocho millones que optas por odiar para ver si consigues seguir viviendo sin trabajar. Los esperamos con todo el desprecio pero sin ningún miedo.
Y sabiendo que, colectivamente a lo largo de los siglos, hemos hecho más por España que todos los miembros de tu banda de macarras.
Pues sip mi historia es algo parecida, yo y mi familia somos nacidos de inmigrantes españoles, tengo el mismo pasaporte que Abascal, el mismo DNI y un mayor amor por mis raíces gallegas, pero a él no le gusta mi acento, no le gusta que me encante el aguacate, la guayaba, el guarapo, la azúcar de caña y la vaca frita y solo por eso, solo por eso, quiere sacarme de España, un país en donde me encanta vivir y donde quiero que mi familia también viva, solo espero que Abascal algún día tenga el mismo amor por España que yo, porque España me ha dado una segunda oportunidad para que yo y mi familia vivamos con dignidad.